Voy a comprarme un teléfono nuevo, este anda muy lento.

Al fin y al cabo, siempre hay una promoción y las cosas las hacen para durar cada vez menos, no? Aparte la batería no me dura ni un día.Ejem, no. Si el departamento esta desordenado y me lleva mucho tiempo entrar y salir de la habitación, mejor me compro otro departamento? Si el auto "anda lento" a lo mejor con saber conducir no alcanza y hay que aprender que no se anda en ruta en el 1er cambio. Porque lo peor es que cambiamos (dicese de le regalo a mi hija/madre/hermana mi dispositivo defectuoso y me compro uno nuevo) y al instante, tengo nuevos problemas como que me faltan contactos, "se ve" distinto y el otro teléfono era más fácil.
¿Por qué entonces no podemos usar la lógica tradicional con las nuevas tecnologías?En parte porque, a diferencia del auto, la complejidad no es mecánica o eléctrica, siquiera electrónica. La complejidad es lógica, intangible, softweril. Un teléfono hoy día es más una computadora con unos sensores, parlantes, micrófonos y 2 cámaras, algunos hasta con flash; es decir, un teléfono ya no es un teléfono. Y como con una computadora, la solución para nuestros problemas no es comprar una nueva, sino aprender a usar la que tenemos, porque los "problemas", en la mayoría de las ocasiones, radican en la "mente" del artefacto, y no en sus características concretas.
Del otro lado, la sociedad de consumo nos impulsa, ciegamente, a dejar atrás ese antiguo teléfono de $1500 y comprar uno en 18 cuotas de apenas $650, con un abono de $500 por 2 años; no nos damos cuenta, pero despilfarramos muchísimo dinero y arrastramos los mismos problemas desde 1998. Se subestima cuán importante es conocer la caja de herramientas, porque las publicidades nos muestran que "todos" pueden usarlos.
Pero entonces... cómo se hace para que el teléfono ande rápido?Empleando las aplicaciones correctas, desactivando las innecesarias, administrando los recursos que cada una consume, quitando efectos, usando internet eficientemente, conociendo los límites de mi equipo.
Porque cada día que insisto en no aprender a usar eso que cada vez más resulta imprescindible, son más altas las chances de que salga perjudicado.